La conquista del Cotopaxi: Una historia en memoria de Richard Moss Howard, fundador de COBIS
El Cotopaxi cautivó a Richard Moss desde que sobrevoló por primera vez Ecuador y pudo contemplar su silueta con nieve blanca desde el avión. Años después tuvo la oportunidad de llegar a su cumbre, enfrentando la muerte en el camino.
El montañismo fue una actividad apasionante para Richard Moss Howard. Cuando era adolescente tuvo la oportunidad de realizar caminatas y acampadas inolvidables en Japón, país donde nació en 1922 y en el que vivió hasta terminar la secundaria. Ya radicado en Ecuador, y gracias a la amistad que mantuvo con el montañista Paúl Williams, vivió aventuras maravillosas al conquistar cumbres andinas.
Sin duda la más inolvidable fue el ascenso al Cotopaxi, el segundo volcán más alto de Ecuador con 5.897 msnm y uno de los volcanes activos más altos del mundo.
Prepararse para llegar a la cumbre fue una labor que tomó tiempo puesto que, aunque Richard Moss había practicado este deporte en Japón, la altura de las montañas del país asiático no era equiparable con la altura de las montañas de Ecuador, su segundo hogar.
“Richard debía venir a Quito desde Guayaquil. Llegaba los viernes tarde para ir a elevaciones pequeñas. Luego de distintas caminatas, fue aclimatándose y tomando práctica. Una vez listo físicamente, nos preparamos para ascender el Cotopaxi. Llegaba en la tarde y a medianoche nos dirigíamos al Cotopaxi. Una vez ahí, dormíamos en carpas en la zona donde después se construyó el actual refugio. Cuando amanecía, emprendíamos la caminata hacia la cumbre”, recuerda Paúl Williams, montañista y amigo personal de Richard Moss.
Tras ocho intentos fallidos, finalmente llegó el día: Era de madrugada y los rodeaba un paisaje de ensueño. El silencio era sobrecogedor y el cielo estaba tan despejado que pudieron ver el paso del cometa Kohoutek, como si se tratase de un buen augurio de que por fin conquistarían al Cotopaxi.
Sin embargo, en cuestión de minutos, el silencio fue interrumpido por una poderosa tormenta eléctrica. Faltaban tan solo 100 metros para llegar a la cima y el espíritu aventurero de Richard Moss salió a relucir, convenciendo a Williams de continuar con el trayecto a pesar del clima.
El esfuerzo y la preparación de meses habían dado frutos. La cumbre del Cotopaxi, que les había sido esquiva en otras ocasiones, por fin era suya. Era una sensación sobrecogedora, con la que habían soñado por mucho tiempo.
Allí, en la cima, Richard Moss y Paúl Williams entendieron la magnitud del logro que habían alcanzado. Lo que nunca imaginaron fue que la travesía apenas empezaba.
“En ese momento había relámpagos y a pesar del pasamontaña uno sentía el pelo parándose y electricidad en el cuero cabelludo. Nos lanzamos al suelo, estábamos con Paúl y el también montañista Hernán Zambrano. Zambrano dijo que quería sacarse su chompa, se zafó de la cuerda y se sentó. En eso sucedió que, al intentar retirarnos de la cumbre, involuntariamente bajamos con Paúl como por un tobogán, tan rápidamente, que en un momento sentí que yo iba a clavar a Paúl con los crampones y entonces giré el cuerpo para evitarlo …y perdí el control”.
Richard Moss Howard
Un rayo había impactado a Richard Moss en la cabeza. Pequeñas luces azules rodearon su cuerpo y, en segundos, empezó a rodar en dirección al abismo, llevándose a Paúl con él. En medio de la confusión, Paúl recordó algo que había aprendido en los Alpes: para sobrevivir a una avalancha hay que intentar nadar”. Los dos rodaban a gran velocidad. Como pudo, se aproximó a una grieta y logró meter la piqueta a escasos veinte metros del inmenso abismo de Yanasacha.
Cojeando, con dos costillas y un ligamento rotos, lograron regresar al campamento. Richard Moss se acomodó en el Jeep y se desmayó producto del aturdimiento y el fuerte dolor de cabeza. Williams, por su parte, tomó el control del todoterreno y condujo en dirección a Quito.
Al llegar a la ciudad fueron directamente a la clínica, donde pasaron un par de días. “Luego de un tiempo, al conversar con él, me di cuenta de que únicamente recordaba el momento en que yo lo sostuve y la avalancha ya había pasado. Solo yo sabía que nueve de cada 10 veces no es posible sobrevivir a un escenario como el que vivimos”, recuerda Williams.
Pasión por llegar a la cumbre
Aquella fría madrugada Richard Moss Howard y Paúl Williams superaron las adversidades climáticas para lograr su objetivo. Su trabajo en equipo y la confianza del uno en el otro les permitieron llegar a la cima y salir victoriosos de su roce con la muerte.
La conquista del Cotopaxi le demostró al fundador de COBIS la importancia del trabajo en equipo, la recursividad, la persistencia, la disciplina y la confianza; valores que pasaron a formar parte del ADN de COBIS y que hoy se encuentran representados en el logo de la compañía.
En las organizaciones, como en la montaña, se necesitan equipos capaces de confiar en las habilidades de los otros. La llegada a la cumbre de uno de los volcanes activos más altos del mundo fue un reto que se trazó Richard Moss Howard, y que se reflejó en su vida profesional al convertir a COBIS en una empresa ecuatoriana capaz de competir con los gigantes de la industria y traer a la mesa ideas innovadoras que convierten a sus clientes en líderes del sector financiero a nivel nacional y regional.
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Redactora y editora, especialista en construcción de narrativas digitales y storytelling para compañías B2C y B2B. Me encuentras en:
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